Parece que nos hemos convencido de que la innovación ya no es una moda sino un salvavidas. Empezamos a exigir mayores inversiones públicas en I+D y educación (no todo van a ser recortes pensamos, habrá que «gastar» en lo importante) y queremos que los emprendedores salgan de debajo de las piedras por arte de magia para salvar el empleo y la creación de riqueza a repartir entre todos. Repetimos estos mantras para dejar tranquila nuestra conciencia “intelectual”; ya hemos aportado «solucione»s y ahora toca a los políticos hacer la tarea.
Importa el «qué» e importa el «cómo». Yo me pregunto si todo lo que produzcan los emprendedores va a tener mercado y si los avances científicos dispondrán de un abanico de nuevas aplicaciones con un impacto social y económico. Me pregunto si en el hipotético caso de que las declaraciones de hacienda tuviesen varias casillas (lanzo la propuesta que creo técnicamente es muy sencilla de aplicar), marcaríamos aquellas que pudieran suponer menor bienestar social hoy a cambio de resultados a largo plazo para futuras generaciones…
Tal vez todos podamos hacer algo más que quejarnos por muy bien que nos siente el desahogo y por mucho que tengamos razones sobradas para hacerlo. Podríamos educar a nuestros hijos para que asuman riesgos y se acostumbren a resolver problemas y retos, para que se impliquen, se diviertan y aprendan de sus errores. Tal vez todos y cada uno, deberíamos replantearnos si de verdad estamos dispuestos a arriesgar probando cosas nuevas, a ser emprendedores (o iniciadores de nuevos proyectos) en nuestros propios trabajos, a aportar recursos a nuevas iniciativas a través de las plataformas de crowdfounding que ya existen, a proponer cambios legislativos y organizativos participando en instituciones de la llamada “sociedad civil”, a propugnar y no ridiculizar la actitud positiva para afrontar el futuro, a tomar como modelos a personajes que se esfuerzan y crean o por el contrario, vamos a seguir haciendo bueno aquel desafortunado “que inventen otros”.
Están los que actúan (bien o mal) y están los que miran o aún peor, los que viendo cosas que no son correctas se callan convirtiéndose en cómplices de la chapuza para no correr riesgos. Nuestra competitividad tiene varias barreras además de la burocrácia y el modelo económico obsoleto: “lo políticamente correcto”, el “café para todos”, el “lo mío para mí y lo de los demás a medias”, el “o conmigo o contra mí”, “la ley del mínimo esfuerzo”, el “tú hijo mío, estudia para sacar la oposición/contrato fijo y así estar tranquilo aquí al lado de casa”, el tan típico de las ciudades pequeñas “es de los de aquí de toda la vida”, el «la información es poder» , la exigencia de actuación a terceros que no nos aplicamos a nosotros mismos y tantas actitudes contrarias a la colaboración y a la innovación…
El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Obras son amores y es necesario saber, querer y hacer, que de comentaristas está el mundo lleno. Me gusta bastante este vídeo (subtitulado) de Matt Cutts: Prueba algo nuevo durante 30 días
Me temo que si como ya decía San Juan de la Cruz, creemos que llegaremos a lugares nuevos por los mismos caminos que siempre transitamos ¡Va a ser que no!