En los tiempos que corren es habitual escuchar y leer sobre la importancia de un buen descanso. Son muchas las personas que se llevan los problemas a la cama convirtiendo la noche en el peor enemigo con consecuencias nefastas al amanecer. El cerebro se revoluciona y trabaja por inercia, desligándose de un orden pacífico para tomar un protagonismo enredado y difícil de dominar. Las endorfinas disminuyen atacando a la serotonina, tan necesaria para no caer en la infelicidad.
Por el contrario hay otros muchos afortunados que encuentran en la hora de dormir su reducto de libertad. Un lugar donde descubrir la paz y poder pensar en positivo, volviendo a lo básico como los niños, capaces de crear cadenas imaginarias para atarse fuerte a aquellos que aman y encontrar lugares donde los problemas no tienen cabida.
Para los más pequeños la cama significa el confort que el hogar les proporciona y las cadenas son los afectos que jamás se romperán. Dos cosas fundamentales que sostienen el equilibrio de su felicidad.
No somos entonces tan distintos los adultos. Si somos capaces de vaciar nuestras “mochilas” y regresar a la esencia, dando por hecho que la base es buena, seremos capaces también de volver a soñar en positivo y despertar con la sensación de que no existen fronteras para alcanzar unas metas sin tiranías, porque son flexibles y cambiantes. Porque son nuestras. Porque nosotros las elegimos.
Al volver a lo elemental estamos innovando y construyendo un espacio vacío para poder crear y ser creativos. El buen descanso es pues una máquina depuradora que debemos encender cada noche para limpiar la mente de los comportamientos mal aprendidos durante el día. Una terapia sanadora que inculcamos a nuestros hijos y que nosotros muchas veces somos incapaces de realizar.
La segunda parte de este ejercicio es despertar. Saber abrir los ojos para reaccionar y hallar soluciones nuevas a viejos problemas. Encontrar la felicidad en la posibilidad para empezar de cero, pues ahí radica la libertad del ser humano.
Como alguien me dijo una vez, hay que atreverse y moverse de la gotera que cae sobre tu cabeza, pues el espacio para caminar a nuestras anchas es infinito. Y ese movimiento, por pequeño que sea, es que nos convierte en personas emprendedoras. El jaque mate al estancamiento y el comienzo de la mejor revolución. La tuya propia.
