Vaya por delante que no soy publicitario, menos aún publicista, ni siquiera cliente de ING DIRECT, sino sujeto —¿o seré objeto? — a quien se le induce al consumo de unos ciertos servicios y productos bancarios. Voy a decirlo mejor, más académicamente: soy el comunicado (yo, un particular) a quien un comunicador (el banco) comunica algo (el contenido publicitario) con el objeto de incrementar el consumo de un servicio o producto (bancario) a través de los medios de comunicación. Dicho así, casi parece el trabalenguas de los tigres que comen trigo. Podríamos añadir que la comunicación a la que me refiero se realiza con arreglo a una idea y a un plan publicitario, que sale del cacumen de unos profesionales (OgilvyOne), que es aprobado por la entidad publicitada (nuevamente el banco) y, en este caso, supervisado por un ente regulador (el Banco de España). Hasta aquí, nada de particular. La cosa empieza en los párrafos que siguen, en los que me manifiesto como consumidor.
Pinchemos la dirección de ING y nos encontraremos con unas páginas sucesivas, para mí innovadoras en el campo publicitario bancario, en las que llama la atención la imagen de marca, el color corporativo y la música de Sufjan Stevens, el orden y la limpieza de aquéllas y su desarrollo intuitivo, acompañados en su caso por una muy amable voz que explica cuanto se muestra. Se informa sobre los beneficios de ser cliente de la entidad de un modo estético, con humor en los videos y produciendo sentimientos favorables mediante “frescos” testimonios de clientes. No alcanzo a comprobar si todo ello tiene un efecto subliminal en mi consciente o inconsciente, pero realmente me llama la atención.
Otra cosa es el spot publicitario en tv, las ráfagas en la radio y la cartelería, que no me agradan, aunque reconozco que su contenido pudiera tener un efecto “pegada” en un potencial consumidor, aunque con pocas hechuras culturales. No llego a comprender por qué las perniciosas comisiones bancarias han de ser echadas «al cesto de las Palabras inútiles», v. gr.: con plastrón, mayéutica, inane, equinodermo, litargirio, carbunclo, ergástula, escotoma… Si son inútiles, ¿con qué palabras se describe lo que significan? ¿Chismes, cacharros, la cosa esa, eso que se pone al cuello, algo que tiene que ver con los mayas…? Como consumidor hubiera entendido mejor que, puestos a insistir en las palabras inútiles, éstas hubieran sido gastos, interés compuesto, anatocismo, contragarantía, aval, pignoración, hipoteca…, más propias del sector financiero cuya actividad se dice que se innova. Repito, no me agrada. Pero puede que sea cuestión de gustos.
En fin, lo cierto es que, aparte la mejor reputación —admiración, confianza, buena impresión y estima— que le es atribuida por los consumidores de 25 entidades del sector financiero, ING DIRECT es líder en innovación[1] para los españoles consultados. Creo, sin embargo, que pudiera estarse produciendo una confusión entre la publicidad innovativa y el o los productos que se dicen innovadores.
[1] Véase la referencia a los informes del Rep TrackTM Pulse España 2011 y del Instituto de Investigación y Mercados TNS en España. http://www.puromarketing.com/53/10278/direct-banco-mejor-reputacion-espana.html.
Autor: José Ángel Zubiaur
Convencido de que innovar es adoptar nuevos cauces e instrumentos para dar respuesta a una nueva realidad que nos resistimos a aceptar, manejar, dirigir y orientar, aporta una experiencia acreditada en gobernanza, tanto en España como en el resto de la UE. Ha liderado proyectos estratégicos públicos, privados y mixtos, en cooperación interregional y transnacional, compartiendo recursos estratégicos para el desarrollo territorial y de organizaciones, mediante procesos horizontales asentados en el conocimiento de las personas