La publicidad ha ido evolucionando a lo largo de los años reinventándose según las necesidades de su público.
En sus comienzos nos encontrábamos con estrategias sencillas pero que llegaban al corazón. Alimentación, electrodomésticos y demás productos básicos se hacían eco en los clásicos soportes aludiendo de forma directa a los precios pero consiguiendo un carácter alegre y cercano. En los 60 comienzan a imitarse las técnicas del marketing americano: El nivel de consumo como un estilo de vida; estilo que llegaría al clímax en los años 70, con mensajes que rodeaban al producto, sin exponerlo directamente, tratando de generar necesidades y cambiar comportamientos.
En las siguientes décadas se va ampliando el público al igual que la competencia. Palabras como lujo, calidad y exclusividad se convierten en claves de éxito para la publicidad. Se introducen nuevos soportes y poco a poco va tomando un rumbo casi estético y visual.
Pero no es hasta el 2.000 cuando el boom de Internet, redes sociales etc, transforma la publicidad por completo haciendo de este nuevo soporte un mensajero mundial y a su vez individual pues debe llegar a cada ordenador, teléfono móvil, tablet etc.
Un mensaje para cada individuo, con diferentes necesidades, gustos y formas de ser. Tal vez la publicidad más difícil en 50 años y en donde se aprecia realmente un brusco cambio, aunque a mi entender sea sólo técnicamente hablando.
En esencia estamos viviendo una regresión al pasado, no por imitación o moda sino por la necesidad de transmitir positivismo en tiempos de vacas flacas. Una buenísima técnica para seguir animando al consumidor y también, porqué no, un mensaje bonito y esperanzador que sabe aportar un poco de aire fresco en momentos amargos. ¿Este es el nuevo reto?