¿Qué estamos haciendo en España para transmitir el conocimiento de nuestros mayores a los nuevos trabajadores? Permitaseme dar cinco pinceladas finales para trazar el cuadro ante el que creo que nos encontramos.
Primero, existe el conocimiento del problema.
Segundo, está presente en la ligera retórica de los debates públicos, así como en publicaciones serias.
Tercero, es objeto de serios estudios en determinados sectores dedicados a la empresología, sin duda con el fin de nutrirse de esos conocimientos para mejorar la posición competitiva de las empresas por aquéllos participadas. Es el caso de la Universidad de Mondragón, a través del Mondragón Innovation & Konwledge (MIK S. Coop), que desarrolla un proyecto de investigación oficial, de alcance nacional, que se está desarrollando en el marco de las acciones de apoyo y acompañamiento de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo (FTFE).
Cuarto, que no son evidentes las soluciones a la cuestión de la transferencia de conocimientos y los planes son muy raros. La Unión Europea ha hecho desde 1990 insistentes llamamientos pidiendo la reacción al envejecimiento de los recursos humanos de la empresa, incitando a los países miembros a la gestión de aquéllos según los tipos de actividad y empleo. La transmisión de conocimiento afecta a la política laboral general de cada país con complejos efectos económicos y políticos[1]; de hecho, cuando tiene lugar la transmisión lo es de modo informal, perdiéndose el know-how. Por otra parte, las instancias gubernamentales no consideran legales algunas soluciones contractuales que pudieran arbitrarse entre las empresas y organizaciones con sus empleados para que pudiera tener lugar la tan repetida transmisión del conocimiento entre los trabajadores en edad de jubilación y otros más jóvenes.
Quinto, que no veo que se tenga en cuenta que este conocimiento del que tratamos tiene un componente material, del que venimos hasta ahora hablando, y otro moral, representado por quien lo encarna, la mismísima persona, portadora de todas las capacidades, especialmente las implícitas. Pero lo más cierto es que las personas no ocupan el centro de nuestras preocupaciones e intereses. «Ahora—como decía hace unos días Alejandro Llano— estamos más preocupados por las cosas y por los procedimientos para intercambiarlas, manipularlas y transformarlas. Comienza a parecernos que aquello que no sirve para otra cosa útil y concreta, en realidad no vale para nada. Claro que, al final, habría que preguntarse con Antonio Machado: “¿Dónde está la utilidad de nuestras utilidades?”»
Autor: José Ángel Zubiaur
Convencido de que innovar es adoptar nuevos cauces e instrumentos para dar respuesta a una nueva realidad que nos resistimos a aceptar, manejar, dirigir y orientar, aporta una experiencia acreditada en gobernanza, tanto en España como en el resto de la UE. Ha liderado proyectos estratégicos públicos, privados y mixtos, en cooperación interregional y transnacional, compartiendo recursos estratégicos para el desarrollo territorial y de organizaciones, mediante procesos horizontales asentados en el conocimiento de las personas