¿Innovar para mejorar o para vivir mejor? Un quizá que quedó formulado y apenas respondido en mi post anterior. El crecimiento económico propiciado por la innovación —mejor aún, por las innovaciones— supone un incremento de la oferta de bienes y servicios pero ello no es sinónimo de desarrollo humano y social, ni supone necesariamente progreso.
Este incremento de la productividad en una economía se viene relacionando con el supuesto mejoramiento cuasi automático de la calidad de vida de los ciudadanos. Pero los hechos demuestran que esto no es así. Los incrementos en la producción, tenencia y uso de bienes no ha tenido por consecuencia un aumento parejo de la felicidad (happiness), por ejemplo, en los consumidores norteamericanos durante los últimos 60 años.
Pero esta medición —que se realiza en términos de PIB— es discutida cuando se trata de cuantificar la felicidad humana, porque existen otros factores además de los económicos que pueden condicionarla, y de hecho la condicionan, según puede leerse en un estudio de Tendencias de futuro 20 publicado por la Institución Futuro. En un reciente artículo, Richard Heinberg, del Post Carbon Institute, en Santa Rosa (California), relata todas esas dificultades históricas para la medición de la satisfacción humana, hasta la reciente elaboración del llamado Gross National Happiness (GNH). Un índice, en su origen budista, que resulta de una combinación de siete indicadores cualitativos y cuantitativos, integrados a su vez por un cóctel de datos económicos, medioambientales, físicos, mentales, laborales, sociales y políticos, que pretende ajustarse más al grado de felicidad humana.
Muy bien. Pero es que la felicidad (happiness) no radica en el bienestar (wellness) material sino que es un estado de ánimo independiente de los bienes que lo producen. Dan fe de ello reportajes en el año 2006 de la revista Science, del Washington Post, del Adelaide Advertiser, del Scotsman, y la obra The Challenge of Affluence[i], que examina la experiencia de Gran Bretaña y los EE.UU. desde 1950[ii]. Tampoco creo que la que entendemos por “calidad de vida” tenga que ver con la una ni con el otro. La calidad ciertamente pasa por una mejora de las condiciones materiales de nuestra existencia, pero también porque «nuestra vida cobre verdaderamente más calidad, adquiera mayor sentido, esté más llena de luz, de color, de sonrisas, cariños y satisfacciones»[iii].
Si esto es así, estaremos más cerca de alcanzar «el imposible necesario» que llama Marías[iv],porque —al decir de Tierno— «con los años se aprende que la felicidad es más que una consecuencia de lo que somos que de lo que tenemos; la forma en que vivimos determina el grado de felicidad que disfrutamos»[v]
Tras lo dicho, me atrevo a aventurar que, hablando de innovación, los factores subjetivos adquieren tanta o mayor importancia que los puramente materiales y, sin embargo, estos condicionan la realización personal y la felicidad, por lo que la innovación en los medios habrá de encaminarse al más pleno desarrollo humano en su integridad. En ello deberán cumplir su función tanto la técnica como la ética de la dignidad humana, no la del consenso “táctico” del pluralismo, de índole relativista.
[i] OFFER, Avner, The Challenge of Affluence. Oxford University Press, 2006.
[ii] ZENIT – El mundo visto desde Roma. “La búsqueda de la felicidad. El dinero no puede comprarlo todo”, Código ZS106071502. Fecha de publicación: 2006-07-15.
[iii] NUBIOLA, Jaime, “En busca de la excelencia”. La Gaceta de los Negocios. Madrid, 17 de marzo de 2008.
[iv] MARÍAS, Julián, Entrev. ABC Suplemento especial dedicado a los premios internacionales Fundación Gabarrón. Madrid, 18 de octubre de 2002, p. 13.
[v] TIERNO, Bernabé, “Siempre ‘de dentro afuera’”. El Semanal, 27 de abril de 2003, p. 84.
Autor: José Ángel Zubiaur
Convencido de que innovar es adoptar nuevos cauces e instrumentos para dar respuesta a una nueva realidad que nos resistimos a aceptar, manejar, dirigir y orientar, aporta una experiencia acreditada en gobernanza, tanto en España como en el resto de la UE. Ha liderado proyectos estratégicos públicos, privados y mixtos, en cooperación interregional y transnacional, compartiendo recursos estratégicos para el desarrollo territorial y de organizaciones, mediante procesos horizontales asentados en el conocimiento de las personas