El otro día, en una amigable sobremesa, formulé la pregunta: ¿cómo se innova? Una primera vuelta apresurada demostró que todos los presentes tenían muy claro el quién, el por qué, el para qué e incluso el cuándo, pero apenas si hubo alguien que apuntara el cómo. Ante mi insistencia, el tiro se centró en los medios materiales, dado por supuesto el saber, pero no aterrizaban en la pista que yo deseaba estrenar: con ilusión. Se innova con ilusión. El saber conduce a la investigación y a la invención y éstas pudiera ser que a la innovación. Las tres requieren ciertos medios materiales —exiguos o amplios— y hasta cierta incitación, pero también ilusión por alcanzar con ellas unos fines previamente propuestos. Dicho de otro modo, uno no investiga, inventa o innova porque sí, porque se despepite por la ciencia, por el crecimiento económico o por el dinero, sino porque se conduce conforme a un proyecto en sí mismo ilusionante, sea material o inmaterial, que motiva su acción.
Enseña Julián Marías[1] que la ilusión es una actitud vital que curiosamente nos distingue a los españoles y a quienes hablan nuestra lengua. No cabe en otras lenguas, en las que no existe esta acepción del término, ni el concepto. Ponemos, tenemos ilusión, estamos ilusionados por algo real que nos es ilusionante porque nos complace o imaginamos que nos complacerá en un futuro que nuestra imaginación anticipa[2]. ¡Que ilusión tengo —decimos— por contraer matrimonio con…!
Esta complacencia requiere la existencia previa de un proyecto[3] —incluso de un proyecto radical— al que la ilusión da sentido. Este proyecto —repito— es la anticipación de un fin que se quiere alcanzar, en un futuro próximo o remoto, y que tiene visos de ser alcanzado o, de lo contrario, produce desilusión, sentimiento de fracaso.[4]
Más allá de las ilusiones singulares, la ilusión es un temple de vida que hace posible a aquéllas. Vivir ilusionado es una forma de vida que afecta al proyecto de vida personal de cada cual, a su vocación, de modo que sin proyectos no cabe tener ilusión. El hecho es que también se desvanece la ilusión cuando el trabajo es demasiado impersonal, o cuando importa más el resultado y el éxito que la realización misma, porque no se ejercita la vocación. Tres ideas pues se derivan de lo expuesto en relación al cómo de mi pregunta: proyecto, ilusión, vocación. Innovar con ilusión requiere la existencia de un proyecto innovativo, que no tiene sentido si se carece de un proyecto no solo de vida personal, sino de país, por extensión.
Proponía Marías que «una de las primeras preguntas que habría que hacer, tanto el sociólogo como el historiador o el biógrafo, sería por el estado de la ilusión en una sociedad, una época o una persona singular»[5]. Me temo que en las circunstancias actuales el mapa resultante de la encuesta sería bastante desilusionante a causa de la lastimosa trayectoria seguida los últimos años por España y la carencia de un proyecto de país. Trayectoria de la que no podemos inculpar solo al Gobierno, porque —ya lo aseveró Mallada hace dos siglos[6]— el mal estado del país depende en gran parte de sus propios moradores y, en nuestro caso, no solo nadie está dispuesto a hacer un esfuerzo por el bien común, sino que todos queremos vivir a expensas de los demás. Tal cual.
[1] Breve tratado de la ilusión. Alianza Editorial, Madrid, 1984.
[2] DRAE, s.v. Ilusiónúú 2. Cosa bien distinta es hacerse ilusiones, ser un iluso, un soñador. (DRAE, s.v. Iluso)
[3] «Designio o pensamiento de ejecutar algo». (DRAE, s.v. úú 4)
[4] Bien sabemos, desde Tocqueville, cuál es el verdadero alcance del fracaso.
[5] Op. cit., pp. 59 a 65
[6] MALLADA, Lucas, “Defectos del carácter nacional”. En Los males de la Patria. Alianza Editorial, Madrid, 1969, pp. 36 y ss.
Autor: José Ángel Zubiaur
Convencido de que innovar es adoptar nuevos cauces e instrumentos para dar respuesta a una nueva realidad que nos resistimos a aceptar, manejar, dirigir y orientar, aporta una experiencia acreditada en gobernanza, tanto en España como en el resto de la UE. Ha liderado proyectos estratégicos públicos, privados y mixtos, en cooperación interregional y transnacional, compartiendo recursos estratégicos para el desarrollo territorial y de organizaciones, mediante procesos horizontales asentados en el conocimiento de las personas