Estos días me he propuesto expurgar el disco duro de mi computadora. Entre los archivos guardados me encuentro con el discurso de un pensador acerca de la innovación. Se trata del discurso que pronunció el filósofo Alejandro Llano Cifuentes, con motivo de la apertura del curso corriente en la Universidad de Navarra, España. Sus palabras apuntan básicamente hacia el papel que ha de desempeñar la Universidad en la transmisión de los saberes, pero saco del mismo los siguientes diez puntos que son de validez universal para y en toda labor de investigación. Como dicen erróneamente los chavales de hoy en día, “os comparto” en este blog.
1.- Lo nuevo todavía no está aquí, hay que innovarlo.
La peculiaridad de la interpretación moderna de la innovación estriba en la expectativa de haber alcanzado lo definitivamente nuevo, que elimine la posibilidad de que se genere algo ulteriormente innovador, y que asegure –a lo largo del futuro— el dominio de la novedad por fin hallada.
2.- Papel de la Universidad en la innovación.
La genuina idea de Universidad debe entenderse como esencialmente ligada a la innovación seriamente entendida, so pena de caer en un rancio academicismo que las hace socialmente irrelevantes.
3.- Libertad investigadora para la innovación.
El ambiente en el que brota con fuerza la capacidad de innovación investigadora y formativa no es otro que el de la libertad personal y comunitaria. Ahora bien, la libertad de indagación y de pensamiento no equivale a la anarquía.
4.- La novedad del saber.
El saber no consiste en un simple cambio sino en una novedad pura. La razón de ser de la Universidad es la adquisición y transmisión del conocimiento teórico y práctico.
5.- Innovar es anticipar el porvenir.
La innovación exige, sobre todo, anticiparse. Lo cual no se identifica en modo alguno con la programación. La programación es la proyección del pasado en el futuro. La anticipación, en cambio, es el descubrimiento de un porvenir que está llamando a nuestras puertas, pero que no sabemos a ciencia cierta por dónde y cómo aparecerá. El futuro no se puede diseñar de antemano: hay que vislumbrarlo y, en cierto modo, inventarlo.
6.- Valor añadido del saber.
El conocer no es resultado. El saber constituye un valor añadido neto. Representa un avance, pero no hacia alguna cosa distinta de quien conoce, sino hacia el propio cognoscente. Para lograr el saber nuevo, es preciso salirse fuera de los supuestos. En esto consiste el genuino ejercicio de la inteligencia. Si, por el contrario, nos atenemos a los hechos por encima de todo, nos hallamos varados en pleno positivismo y, a fuerza de ser positivistas, lo nuevo se esfuma y lo tradicional se desprecia.
7.- El valor de las personas en la innovación.
Si lo pensamos bien, lo verdaderamente decisivo no son las cosas ni los procedimientos, sino las personas. Sólo las personas son capaces de generar novedades, cuya fuente es siempre la vida del espíritu.
8.- Requerimientos para innovar.
Sosiego, tiempo, motivación y medios, para que las personas se paren a pensar, para que no se atengan cansinamente a las cosas tal como les vienen dadas, para que no se agosten en la banalidad de los estereotipos, sino que consideren otros mundos posibles y miren la realidad desde perspectivas inéditas. La novedad es una de las características intrínsecas de la condición humana, mientras que la estabilidad no es característica humana.
9.- El trabajo en equipo y la solidaridad.
La creatividad nunca va unida al individualismo. Cualquier actividad humana renovadora y constructiva tiene en su base una comunidad de aprendizaje y convivencia sabia. Las verdades no se descubren por inspiración repentina: son fruto de un prolongado trabajo que resultaría inviable si no tuviera en su base la solidaridad de un grupo con aspiraciones comunes.
10.- La complementariedad de los saberes.
La sociedad del conocimiento camina hacia configuraciones sociales progresivamente sensibles: ya no va a primar la transformación y el intercambio de mercancías, sino la generación y comunicación de saberes. Y ello a pesar del vértigo del consumo y la embriaguez de la imagen, propios de nuestra industria capitalista moderna y postmoderna cuya principal producción es el despilfarro.
Autor: José Ángel Zubiaur
Convencido de que innovar es adoptar nuevos cauces e instrumentos para dar respuesta a una nueva realidad que nos resistimos a aceptar, manejar, dirigir y orientar, aporta una experiencia acreditada en gobernanza, tanto en España como en el resto de la UE. Ha liderado proyectos estratégicos públicos, privados y mixtos, en cooperación interregional y transnacional, compartiendo recursos estratégicos para el desarrollo territorial y de organizaciones, mediante procesos horizontales asentados en el conocimiento de las personas