
¿Quién no teme a la página en blanco? Es el lobo feroz de creativos, publicistas, pintores, guionistas, escritores, compositores, escultores. Pero sobre todo de aquellos que se hicieron adultos y comenzaron a sentir vergüenza; a concentrase sin inspirarse y a olvidar que la imaginación no es solo un juego de niños sino el fruto más puro y original de cada ser humano.
Para un niño una página en blanco es motivo de alegría porque no existen limitaciones, porque no está sujeto a un orden. No hay obligaciones ni pautas y por ello es donde los niños brillan , porque tienen la inteligencia de aprovecharla para lucirse y mostrar de manera espontánea lo que mejor saben hacer. Dejarse llevar.
En el mundo adulto la inspiración vive ahogada por el nuevo lujo de este siglo: la inmediatez. Un lujo que está matando la fantasía y la ilusión que antes vivían en la espera, se acomodaban en la paciencia y suspiraban con la incertidumbre.
Hoy nadie quiere dar tiempo al tiempo, y obviamos que ese tiempo , el de soñar, está cansado y sin aliento por correr tras una sociedad que solo se satisface llenando cada minuto, sin permitir que mentes brillantes tengan espacio para desarrollarse.
¡Volvamos al pasado! Aprendamos de nuevo a aburrirnos y sobre todo enseñemos a los niños a hacerlo. Deben aburrirse, porque el aburrimiento es la puerta a la creatividad.
El aburrimiento es esa página en blanco que tanto tememos, porque esconde lo más genuino de cada uno, lo que nadie nos ha enseñado, aquello que nos nace de dentro sin existir semilla alguna de ilustración o herencia y que nos distingue como únicos, seres especiales capaces de algo tan extraordinario como crear.
Que bonito!!! Recuerdo cuando esperar algo sólo generaba ilusión y alegría…. ahora todo son prisas. Hemos perdido lo bonito del proceso que nos hace conseguir nuestros objetivos. Ya no disfrutamos de la carrera, sólo nos importa la meta.