Nuestro mundo viaja mucho más deprisa en relación con lo que avanza nuestra mente. La sociedad sigue estancada en antiguos clichés ochentosos que tuvieron mucha fuerza en el pasado, y que ahora arrastramos en tiempos modernos creando un presente desordenado.
Vivimos entre el antes y el después sin alcanzar la proporción exacta para seguir el ritmo de lo que se nos echa encima. Mezclamos religión con ciencia, confundimos educación con sabiduría y documentación con cultura. Ya no sabemos si lo tradicional es anticuado o lo anticuado está de moda. No acertamos con los métodos educativos ni en el trato con los niños, que hoy son tiranos mientras que ayer no tenían voz.
Estamos desequilibrados. Hemos perdido la naturalidad para ir creciendo y transformando el mundo a nuestro paso. Parece que ahora es el mundo quien nos marca el paso y que por mucho que corramos llegamos tarde y mal.
Nos enfrentamos a una etapa en la que nos sentimos torpes y desconfiados al pensar que progresábamos, sin darnos cuenta de que no se avanza si hay desunión o no existen objetivos comunes.
Todo esto ha derivado en nuestro ahora, que no implica que tenga que ser igual que nuestro mañana. Ahora es el momento perfecto para cambiar y redirigir el rumbo hacia el éxito. Reciclarnos y desaprender para subsanar errores del pasado.
Seamos optimistas. Veamos en la crisis nuevas oportunidades. Una vez desnudos tras el embate volveremos a valorar lo básico, utilizar el sentido común y también la intuición. En definitiva ver de nuevo, recalcular con perspectiva y utilizar la mente para algo más que acumular sin otro objetivo que la pura competencia.
Este trance en el que vivimos es también un gran colador donde redescubrir talentos y eliminar lo inservible e improductivo. Es hora de enfocarnos en el cambio y aprender a hacerlo de forma espontánea, sin volver a forzar la sociedad.
Es el momento de recuperar lo genuino en todos los aspectos de nuestra condición humana: Percepción, imaginación y pasión para conseguir un mundo en el que seamos capaces de manejarnos sin caer de nuevo en la frustración que acarrean unas metas como las de antaño: Ficticias y excesivas.
Enhorabuena por el post!. Tienes toda la razón del mundo. El ser humano siempre ha tenido y tiene miedo a lo desconocido, ahora se podría extender ese miedo a lo «conocido » ya que es tal la avalancha de información y personas que nos sentimos desbordados.
De acuerdo también en lo de desaprender y de iniciar este camino del cambio con optimismo serio, fe en nuestras posibilidades y en comunidad.
Un abrazo fuerte.
Iosu Lázcoz Iso
Gracias Iosu!