Sobre la psicogénesis y la dinámica de la envidia se han escrito miles de páginas. Hay muchas formas de envidia, pero su piedra angular son los sentimientos de inferioridad (¡o de percepción de la propia valía!) y de rivalidad. Sus manifestaciones son innumerables. Se trata de una pasión universal, que se residencia especialmente en los españoles, como —según G. K. Chesterton— el chauvinismo en los franceses, la hipocresía en los británicos y la codicia en los italianos. Tiene que ver además con el odio, de modo que —como observara Saint-Beuve— «cuando veáis a un hombre atacado encarnizadamente, con furia, por toda clase de gente y por todos los medios, estad seguros de que el tal hombre es de mucha valía»[i]. «Carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males» para Miguel de Cervantes, «es cosa ordinaria entre gente villana el perseguir a las personas de buen entendimiento; y muy propio de ignorantes envidiar a los sabios; y de los menesterosos el envidiar lo aquello que no tienen», advertía La Pícara Justina[ii]. Formulada la advertencia de otro modo, «es el tributo que la mediocridad paga al genio»[iii]. Hace unos años no pude menos que sonreír al oír, de boca de Amando de Miguel, que la envidia es la única pasión que no da placer, es la más general, malgasta mucho la salud y acorta la vida más que el tabaco[iv].
Siendo la envidia una pasión que a todos corroe, no voy a abundar en el tema. Que cada cual examine cómo le afecta en relación con los demás y las consecuencias que se deduzcan de ello. Sí quisiera detenerme en la envidia profesional, frecuente entre los hermanos de oficio, que se trueca en cohesión si se percibe que existe una amenaza seria a los intereses comunes. Bernard Ollivier, a cuyo “documento” he recurrido con anterioridad[v], cuenta cómo diez años después de la Guerra Europea (1914-1918) todavía existían asociaciones de médicos anti Pasteur que afirmaban, como decía uno de ellos, que «los microbios de ese señor Pasteur no entrarán en mi hospital». Ollivier no habla de envidia, sino de un “principio de precaución” con el que se defiende en Francia el orden establecido frente a las innovaciones. Es decir, envidia, en román paladino. Igual les ocurrió a Galileo, a Malpigi, a Mesmer, a Ignaz Semmelweiss, a William Harvey, a Andreas Vesalio y a cuantos en menor medida han tenido y tienen ideas creativas en beneficio de la comunidad y no consiguen ser por ella admirados. Incluso a quienes interpretan actividades artísticas, en las que si «se te va el oficio de las manos, tu vida se puede ver seriamente dañada por los que te rodean», afirma hoy mismo el actor Jeremy Irons.[vi]
Por no centrarnos en España, dice Ollivier que mientras en Francia un proyecto nuevo es objeto de desconfianza, hay países como los EE.UU e incluso Bélgica, que ya es decir en su caso, que consideran que cuando hay alguien que tiene una idea nueva, se le pide experimentarla y si produce los resultados apetecidos, se la generaliza.
[i] Cit. JIMÉNEZ DE PARGA, “Dilapidación del capital humano y político”. ABC, Madrid, 19 de julio de 1998, p. 46.
[ii] Versión de José Enrique Martínez Fernández. Everest, León, 1985, p. 96.
[iii] MURPHY, Paul y ARLINGTON, R. René, La Popessa. Traducción española (La papisa) de Adolfo Martín. Plaza y Janés, Barcelona, 4ª ed., 1984, p. 268.
[iv] MIGUEL, Amando de, “La salud como estado de ánimo”. Conferencia en la Jornada sobre Cooperación en salud comunitaria, organizada por el Colegio Oficial de Enfermería, en el marco del Día Internacional de la Enfermería. Pamplona, 15 de mayo de 1998.
[v] OLLIVIER, Bernard, La vie commence a soixante ans. Phébus, Paris, 2008, pp. 160 y ss.
[vi] Entrevista para El Semanal ABC, [Madrid] 1 de diciembre de 2002.
Autor: José Ángel Zubiaur
Convencido de que innovar es adoptar nuevos cauces e instrumentos para dar respuesta a una nueva realidad que nos resistimos a aceptar, manejar, dirigir y orientar, aporta una experiencia acreditada en gobernanza, tanto en España como en el resto de la UE. Ha liderado proyectos estratégicos públicos, privados y mixtos, en cooperación interregional y transnacional, compartiendo recursos estratégicos para el desarrollo territorial y de organizaciones, mediante procesos horizontales asentados en el conocimiento de las personas