Hiperactividad y déficit de atención son hoy en día palabras muy comunes dentro del sistema educativo.
Asesorados por psicólogos infantiles y dando con una medicación adecuada se consiguen niños tranquilos y centrados, padres relajados y profesores satisfechos, pues el método educativo vuelve a servir igual para cada alumno. Pero, y si el problema fuera en realidad el reflejo de una gran virtud por descubrir? Y si es la educación la que debe cambiar unas bases hace tiempo caducadas?
Al escuchar a Sir Ken Robinson nace la duda en la cabeza de muchos padres que, buscando lo mejor para sus hijos, se plantean si tal vez estén ahogando los dones de posibles genios o desviando vocaciones que harían de estos niños, adultos felices y seguros de sí mismos en el futuro.
Es posible que el tratamiento destruya el espíritu espontáneo que es parte fundamental en el desarrollo infantil. Tal vez desvíe a los pequeños de sus auténticas aptitudes. O a lo mejor nos descubra a un niño más capaz en su entorno y feliz con sus iguales.
Soluciones distintas para dos caminos muy diferentes y trabajosos en los que también debe primar la intuición del padre y de la madre respecto a la personalidad de su hijo.
En cualquier caso la decisión deberá corresponder a los progenitores. Y solo el día de mañana sabremos cual de los métodos era el acertado.
Mientras tanto a los adultos sólo nos queda seguir aprendiendo y mantener los oídos y la mente abierta, porque en la duda muchas veces encontramos verdad.