Suele suceder que cuando algo está de moda, aparece la tendencia a confundir medios con fines. Surgen » herramientas milagrosas» que convierten lo complejo en sencillo y transforman a sus creadores en «thinkers» que surfean la ola mientras dura. Si la tendencia o la herramienta son de verdad útiles para diferentes usuarios, se consolidan y pasan a la caja de instrumentos de los que tirar cuando se necesitan. Si son un boom marketinero, dan su momento de gloria al inventor que vende su libro y pasan al baúl de los recuerdos.
Me concedo el adoptar el rol de abuela cebolleta para recordar, hace ya casi 20 años, un proyecto para formar a la dirección de innovación de la SNCF (RENFE francesa) en creatividad, con el fin de obtener e implantar nuevas soluciones de forma sistemática.
Durante una semana, convivíamos en el mismo hotel con cada grupo, transmitiendo y poniendo en práctica procesos y técnicas para generar e implantar con éxito nuevas ideas. De allí salieron los servicios para llegar con el tiempo justo y que te aparquen el coche, utilizar el cableado para distribuir electricidad, reservar una plaza determinada desde casa (en Francia tenían Minitel para comprar «on line»), ofrecer packs transporte/alojamiento y otras tantas cosas que hoy son muy comunes. De allí surgió también, un sistema para generar, cribar y llevar al mercado las ideas que mejoraban el servicio o producían importantes ahorros, viniesen de donde viniesen.
El fin estaba claro, las «técnicas» eran muchas y abarcaban muchos campos: la creatividad, la inteligencia emocional, la PNL, la reingeniería, la innovación, los equipos de mejora, el liderazgo…
Visto desde la distancia, aquello era un vehículo en toda regla, con su manual de instrucciones y su caja de herramientas, de las que muchas, aún se utilizan hoy con asiduidad en lo que se da en llamar «management».
El que era entonces mi jefe y mentor profesional, era un tipo multidisciplinar (5 carreras ni más ni menos) con muchísima experiencia en empresas. Cuando en mi afán por aprender rápido le preguntaba por las herramientas más eficaces, me respondía: «con las herramientas no soy creyente, soy muy practicante» y me explicaba el concepto del metaconocimiento… Aristóteles decía que “La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento sino también en la destreza de aplicarlo en la práctica”. El usaba y desechaba o adaptaba, ¿Hoy se llamaría a esta forma de funcionar Lean?
Me pregunto a menudo si el tan en boga Design Thinking no es la suma del pensamiento creativo y un prototipo testado , la consecuencia lógica de sumar diseño y funcionalidad, que el mercado reclama hace tanto tiempo.
Están aquí y parece que para quedarse, el Canvas, el Mapa de Empatia, los Living labs y muchos otros instrumentos que nos ayudan a innovar. Muy probablemente son necesarios y suponen un avance, pero con toda seguridad, no son suficientes para garantizar mejores resultados.
Ha pasado con herramientas para la «calidad»y para la «excelencia», pasa con el «coaching»… y como no, pasará con la «innovación». No es lo mismo el fin que el instrumento. Las cosas las hacen las personas, qué le vamos a hacer!
Veremos lo que purga y lo que deja vigente la pragmática utilidad. En esta época del «make yourself» que tan bien funcionó al televisivo Mcguiber, yo tengo mi porra… Hagan ustedes sus apuestas!