Últimamente 2020 es la fecha mágica: la de las aplicaciones que llegan desde la “frontera de la ciencia”, la del final de los periodos de programación de fondos europeos, la dead line de muchos planes estratégicos que comienzan, la del inicio del fin del entorno laboral que conocemos (puedes ver si tu trabajo va a desparecer aquí), la de …
Pero no, parece que el mundo no se va acabar (ni se va a reiniciar) en 2020. Podemos dormir con más tranquilidad, aunque nos debamos despertar “con el mazo dando” y muy dispuestos a adaptarnos porque en un par de décadas todo va a cambiar sustancialmente.
En estos días más tranquilos de pascua, entre noticias sobre la “madre de todas las bombas”, la “new wave” de los autobuses revolucionarios (ninguno de ellos eléctrico o autónomo, por cierto), los corruptos habituales y anécdotas sobre investigadores que buscan que los cirios goteen la mitad en las procesiones, he tenido tiempo para el ocio y para leer algunos análisis que contextualizan el impacto de la ya archi-mencionada “automatización” en el empleo que me gustaría compartir con vosotros.
El sociólogo Sergio Torrejón ha desarrollado un Índice de Riesgo de Reemplazo (IRR) para medir la vulnerabilidad del empleo (0 es nada y 1 es mucho) que al sur de Europa no nos augura un futuro muy prometedor si no espabilamos. Lo ha hecho en base a dos factores: tecnología y comercio internacional. Asume que se crearán nuevos y diferentes empleos como ya ha sucedido en los últimos 150 años con las nuevas tecnologías, pero no se anima a predecir cómo serán ni a dar fechas.
En lo que los estudiosos de la materia parecen estar de acuerdo es en que el concepto de “trabajo” que tenemos hoy, va a cambiar sin duda. Los hay incluso tratando de responder a la pregunta de si en 2050 el trabajo existirá o nos dedicaremos a hacer realidad aquello de que “nuestro tiempo es oro”. Y en ese caso, como propone el siempre certero Ferrás, ¿Quién paga la fiesta?. En todo buen plan, se necesitan líderes y se necesitan plazos. Visto el panorama mundial, con el capítulo líderes con visión global y de futuro no me atrevo…
¿2020? Lo de los plazos es complejo de estimar
El McKinsey Global Institute en el estudio “A future that works: Automation, employment, and productivity” habla de décadas y no de años. Los cinco factores que consideran pueden influir en mayores o menores plazos para la «automatización» son: la factibilidad técnica, el coste del desarrollo de aplicaciones y soluciones, las dinámicas del mercado laboral, el beneficio y, la regulación y aceptación social. El trabajo propone algunos casos de estudio sobre cómo la automatización puede transformar: las urgencias de los hospitales, el mantenimiento de los aviones, la comercialización de hipotecas, las salas de control de gas y petróleo y las tiendas. Y sobre la progresiva automatización extrae y cuantifica algunas conclusiones:
- Supone mayor productividad en tareas rutinarias, pero también en tareas que incluyen capacidades cognitivas como juzgar, emocionar o conducir.
- Implica mayor productividad en todos los niveles: individual, empresarial y económico (entre 0,8 y 1,4% anuales). Especialmente en los países en que la población envejece.
- El impacto se da en actividades concretas, más que en ocupaciones completas. Sólo un 5% de las ocupaciones serán sustituidas completamente, aunque el 30% de las tareas del 60% de las ocupaciones son “automatizables” con los desarrollos tecnológicos que ya existen.
- Las actividades más “automatizables” son las físicas (manufactura y comercio sobre todo) y, las de recolección y procesamiento de datos que se llevan a cabo en cualquier empleo de todo tipo de niveles jerárquicos.
- Aunque se trate de un fenómeno global: China, India, Japón y USA son las que suman el 50% de la masa salarial y 2/3 de los empleos más automatizables. La industria y la agricultura en países en desarrollo con salarios muy bajos irán más lentas.
- No va a ser de un día para otro, ni será igual en todas partes. En un plano macro la automatización será más lenta y será fulminante en determinados niveles micro (ciertos empleos y sectores con alto grado de disrupción).
- Para las empresas será más «sencillo» que para los gobernantes que deberán impulsar la innovación y a la vez orquestar instrumentos para los cambios en el empleo.
- A pesar del debate sobre un futuro de gran desempleo, el envejecimiento y la baja natalidad hacen que “nadie sobre”, automatización complementaria incluida. Esto no significa que el tipo de trabajos, las empresas y los modelos de negocio no vayan a cambiar.
Me quedo con esta última conclusión, con la cita del presidente Jhonson que indican al comienzo del estudio “La tecnología puede ser el aliado de nuestra prosperidad si sabemos mirar hacia el futuro” y con la tranquilidad de saber que no, el mundo no se va a acabar en 2020, aunque no podamos quedarnos dormidos.
O sí, por lo menos como lo conocemos. Pero reducir el mundo a nuestro corral no es signo sino de grave miopía o de megalomanía. Se habla de un futuro que, vistas las circunstancias presentes, necesariamente ha de ser flexible. Desde luego el futuro será de quien innove. La velocidad del cambio y el cambio mismo impondrán sus condiciones. Si esto puede decirse sin ambages de la técnica y de los instrumentos empresariales, a mí me preocupa algo que está “por debajo” de ellos , que se “mueve” y que en gran medida los determina: el concepto de hombre que se tenga, de persona humana, que es quien trabaja e innova para que su innovación se convierta en progreso en todos los órdenes de la vida, en todos.
Desde una perspectiva histórica apoyada en las estadísticas, dejando de lado la visión cortoplacista negativa de los medios de comunicación, la población mundial ha progresado sustancialmente en los últimos 200 años. Sin embargo, hoy somos víctimas de un totalitarismo político que adoctrina a una población indolente mediante la manipulación de lo políticamente correcto, bien ajeno a la verdad. Esta es la resaca o el mar de fondo, si se prefiere, que a mi ver esta alterando los conceptos sobre los que se basa el entorno laboral que conocemos
Como bien dices JAZ, la velocidad del cambio es exponencial y es crítico tener claro que las personas van por delante. La tecnología a nuestro servicio y la ética por delante de las aplicaciones.
Viene por delante un futuro apasionante que la sociedad civil debe construir con «fundamento»