Está fuera de toda duda que la innovación es beneficiosa para las empresas: en términos de resultados, en términos de empleo, en términos de cualificación del personal… Todas son conscientes de que su futuro depende en buena medida de cuan capaces sean de adaptarse y adelantarse a un mercado global y cambiante.
Ser competitivo hoy exige: que el entorno en el que operan las empresas tenga unos costes ajustados (electricidad, laboral, financiero…), eficiencia en los procesos y capacidad de renovarse y adaptarse al cambio. En definitiva, para poder vender y obtener un retorno hoy en día, es necesario ser productivo e innovador.
Cassiman y Vanormelingenz proporcionan evidencia empírica muy rigurosa y robusta sobre el impacto positivo que tiene innovar sobre los márgenes empresariales de las empresas españolas. Más específicamente, las empresas españolas que innovan en el producto disfrutan de un incremento en sus márgenes del 5.2% mientras que las empresas que innovan en proceso disfrutan de un incremento del 3.7%. Además el estudio citado revela que hay un efecto dinámico acumulado positivo al innovar año tras año. Después de la primera innovación en el producto los márgenes crecen un 2-3% mientras que después de la onceava innovación los márgenes crecen un 10%. Este efecto positivo en innovación es aún más pronunciado en empresas pequeñas donde el efecto de la undécima innovación es de un incremento del margen del 20%.
El “qué” por lo tanto está claro: hay que innovar. La dificultad estriba en “cómo” hacerlo con la organización y los mimbres que cada uno tiene. Sabemos que; en el 95% de los casos, el principal freno a la innovación en las empresas son las personas. En el 5% restante, se trata de empresas con una larga trayectoria de innovación que desde su nacimiento han estado en continuo movimiento y cuyos trabajadores están acostumbrados al cambio porque es parte del ADN de la organización.
Pero ¿cómo se mide el grado de “innovación” de una organización? Durante mucho tiempo las medidas han sido la inversión en I+D y las patentes. La inversión en más I+D es una condición necesaria, pero no suficiente a la hora de incrementar los resultados en las empresas. El Global Innovation survey de Booz&Company demuestra año tras año, que las empresas “innovadoras” obtienen mayores beneficios que las que “más invierten en I+D”.
A este respecto hay que tener en cuenta dos aspectos:
- La innovación en el modelo de negocio o en la mejora de la experiencia del cliente genera más valor acumulado a lo largo del tiempo que la basada en el lanzamiento de nuevos productos o servicios (*)[1]. Mercadona o Inditex son un ejemplo de ello. Por lo que la innovación, no siempre exige I+D.
- La I+D, para generar valor, debe materializarse en una mejora de los procesos o en el lanzamiento de nuevos productos al mercado. Es en la fase de puesta en valor de la I+D donde las empresas suelen encontrar más dificultades.
Dando por demostrado que las organizaciones para ser competitivas deben ser innovadoras, conviene aclarar que esto no se consigue a base de lanzamientos esporádicos sino que exige mucho más: una organización que promueva la innovación y que la sistematice, una conexión permanente con el exterior, cooperación y colaboración con otros y, personas que sepan, puedan y quieran innovar. Según el manual de Oslo, una empresa innovadora es aquella que “ha lanzado con éxito un nuevo producto, un nuevo proceso de producción, un nuevo método organizativo o un nuevo método de comercialización en los últimos 3 años”. Esto podría interpretarse como un marco temporal mínimo en el que innovar cíclicamente. Lo cierto, es que se trata de innovar para obtener mejores resultados en el tiempo y no sólo para ser una organización innovadora. Lo crítico es hacer e impactar (retornar) y no sólo ser.
Sabemos también, que las empresas con perfiles innovadores, tienen más rentabilidad, mayor productividad y crean más empleo como ha demostrado entre otros, Deloitte. “En la definición de «emprendedor», el 81 % de los encuestados dicen que cualquier empresa, grande o pequeña, puede comportarse de forma emprendedora. Los ejecutivos dicen que ser creativo, único, diferente, innovador, asumir riesgos y aceptar el fracaso son las actitudes más importantes para mantener sus empresas con éxito”.
El emprendedor ya no es tan sólo la figura que crea nuevos negocios. El concepto ha evolucionado y se habla de la mentalidad emprendedora como aquella que inicia y ejecuta nuevas iniciativas y proyectos en ámbitos empresariales, públicos, educativos, artísticos y sociales. El Intraemprendedor ha pasado a ser un perfil crítico necesario para cualquier organización pública o privada que quiera crecer o simplemente sobrevivir.
El innovador no nace, se hace, como ya se ha reiterado sobradamente en la investigación al respecto. (I[2][3]) Esto implica que el ambiente, los incentivos y las referencias que nos rodean, pueden contribuir a que desarrollemos las actitudes innovadoras, tanto en el ámbito personal, como en el organizativo.
La cultura que percibimos y la formación (formal e informal) pueden influir decisivamente en nuestra asunción de que la innovación es un camino para producir mejores resultados, tanto cuantitativos, como cualitativos.
A la fecha, el concepto de educación a lo largo de la vida ya no es rebatible para cualquier persona mínimamente formada. Los perfiles innovadores se “conforman” en la educación formal, en la educación no reglada, en la formación continua y en la práctica de la innovación, ya sea social, ya sea empresarial. En este sentido, tanto la OCDE como el Banco Mundial, han elaborado diferentes estudios a nivel global y en el ámbito de países que han unificado en una plataforma para facilitar la elaboración de políticas que favorezcan la competitividad a través de la innovación.
Nuevos gobernantes, este es un gran momento para crear o engrasar ecosistemas innovadores, lo tuvieran en su programa electoral o no. ¿Quieren impulsar la innovación y los perfiles innovadores?
Un poquito de ¡por favor!
La imagen es de H-Enea
[1] Anáisis de valor agregado en 10 tipos de innovación. Monitor Doblin
[2] ** Identificación factores críticos de innovación.
Fuente: Adolfo Arata , Raul Stegmaier, Christop-her Nikulin, Francisco Soto. Science for Innovation Año 1— Número 0,
[3] Clayton Christensen. El ADN del innovador.
Felicitaciones a María Beunza por su excelente artículo «Carta a los nuevos Gobiernos; ¿Impulsamos la innovación?», que igualmente es válido para países como Colombia, México, y otros que se encuentran en procesos electorales, sería un muy importante aporte que por medio de las representaciones diplomáticas españolas en estos países, pudiesen hacer llegar el artículo a los equipos encargados de estructurar las propuestas en temas económicos y empresariales de los candidatos aspirantes a la Presidencia de en cada país, y en el caso de países que muy recientemente han iniciado con nuevos gobiernos como el caso de Chile o Ecuador, por medio de la cooperación española o sus Ministerios de Relaciones Exteriores, se pudiera mover este fascinante tema que con seguridad contribuirá a mejorar las condiciones competitivas de sus empresas y la calidad de vida de sus ciudadanos.
Muchas gracias Juan Bautista por su comentario.
Esta carta es un extracto de un estudio en que se medía la cultura innovadora de empresas. Si desea conocerlo, se lo enviaremos con mucho gusto a su correo.
El fin es ofrecer datos y una fuente de reflexión a quienes pueden tomar decisiones para potenciar ecosistemas de innovación. Es una humilde contribución que no prevé cauces oficiales. La innovación es necesaria en muchos ámbitos y todos tenemos un papel, gobiernos incluidos.
Siéntase libre de compartirla con personas a las que pueda ser de utilidad.
Gracias de nuevo!
Un saludo